martes, 18 de mayo de 2010

Detalles

El sábado tomó un baño caliente, espumoso y con aroma a vainilla. Secó su pelo, lo planchó y colocó en él una ampolla de lino. Pintó las uñas con medialunas blancas en la puntas. Ocultó, con una máscara líquida del color de su piel, ojeras y sutiles imperfecciones del rostro. Las manos, quizá apiadándose de sus nervios, no temblaron. Contorneó, con un delineador negro, el marco de sus ojos; eligió una barra blanca para los párpados; estiró las pestañas; colocó rojo en los labios y espolvoreó rosa en los pómulos. Miró su rostro en el espejo. Había olvidado las perlas en las orejas. Vistió el vestido de raso negro y cerró la última bota, cerró el último cierre. Las casi invisibles gotas del perfume cayeron débiles en el cuello. El aire queriendo entrar por la garganta angosta. Abrió la puerta. Tres veces las botas chocaron en las baldosas. Se acomodó en las sábanas.

sábado, 15 de mayo de 2010

Sentidos

no le importaban las cosas, si las personas, Cada vez que salía de la casa de algún ser querido, ataba, sin que aquel lo notase, la punta de un hilo de lana, un cordón, una cinta, un cable, o una rama blanda de árbol a la pata de uno de sus mueble y la otra punta la llevaba en su mano; Así, todas las puertas quedaban levemente abiertas, Al verlas, los Dueños-de-casa se quejaban Quién dejó la puerta abierta Tienen cola larga Viven en carpa, Nadie había sido, Dueño-de-casa, cerca de la puerta, notaba algo, algo que impedía cerrar la puerta, agachado, en cuatro patas y con la cabeza estiradísima hacia abajo veía el hilo, el cordón, la cinta, el cable, o la rama blanda de árbol, Dueño-de-casa, sorprendido, gateaba, dentro de su casa, siguiendo el hilo hasta toparse con el origen o el fin de aquel delgado elemento, tan firmemente agarrado a su mueble que no podía desatarlo y con la costumbre el enojo pasaba, no así la certidumbre de dónde terminaría aquel hilo, si es que terminaba o dónde comenzaría, si es que comenzaba; El señor llevaba en sus manos tantas puntas como pelos lleva la cabeza, pero tenía la habilidad del pasea-perros, del vendedor de globos, Los hilos se mezclaban, rozaban, chocaban, abrazaban pero nunca se anudaban, La cinta rosa y el cable jugaban, Las ramas de árboles ya no creían artificiales a los demás, Todos miraban las manos, nadie miraba la punta eterna. Un día un Dueño-de-casa miró y descubrió a El señor Qué hace señor Paseo con mis recuerdos Y porqué no los visita

viernes, 7 de mayo de 2010

Den la cara

Raspó el barro de la ventana y una cáscara marrón murió en su pantalón. Leyó en los vidrios sucios autógrafos anónimos de quienes viven la aventura de viajar en colectivo.

Algunas rodillas estaban flexionadas; otras, extendidas. Las múltiples líneas que dibujaban invisiblemente el espacio de cada uno fueron desapareciendo con el pasar de las paradas. Ahora son una masa que se hubiese cocinado si el calor humano fuese más que una simple metáfora.

Olió transpiración. Vio un auto, enfrentado a su único límite: el rojo del semáforo. Amarillo. Verde.