viernes, 26 de febrero de 2010

Sobre viajes

Junto con el comienzo de la primavera, asoma una chicharrita que, desde la copa de su árbol, deja caer una excrecencia viscosa. El insecto clava sus patas en el tronco y con vigor penetra su aparato bucal para chupar gran cantidad de savia. La chicharrita es glotona por naturaleza. Cuando termina la ingesta, expele por el ano el excedente de savia en forma de gotas transparentes, densas e higiénicas, que mueren sobre aquellos que descansan en la sombra del árbol.

Temeroso a lo distinto, el hombre se entrega a la rutina. Pero sumergido en la costumbre descubre que se aburre. Si bien siente que es él quien elige cómo vivir, lo niega y echa culpa de su tedio al lugar, a otras personas, a un conjunto indeterminado de cosas que lo rodean. Tiene esperanzas, piensa que si cerca está el problema, entonces deberá viajar. Sin embargo, el hastío está dentro suyo, lo siente y lo evita. El viaje no es más que una escapatoria frustrada. A través del viaje, el hombre que siente un vacío busca encontrar un estado de embriaguez. Cuando cree conseguirlo, no lo puede sostener pues es efímero.

Algunos viajes se reducen a un ir-y-venir sin sentido. En ese caso, la realidad sería un futuro de sentimientos prefigurados, mediada por el hospedaje, la comida y desconocidos felices. Un pasado que termina en el olvido. El hombre estándar viaja a un paraíso vacacional, donde la gente no elige aburrirse. Lejos de su vida cotidiana, el aburrimiento queda justificado dentro de la regla del ocio.

El viajero estándar dice donde va y de donde vuelve, pega stickers en su auto, muestra fotos, regala alfajores derretidos. Compra y vende la felicidad. Como buen vendedor, evita señalar aquellas características sombrías del viaje. Este tipo de viaje imita al mundo Disney, ese mundo inocente, carente de riesgos. Al regresar, el viajero trae discursos floridos y souvenirs. Al tiempo, el chocolate del viaje se derrite. Lo que se pretende como real es apenas una fantasía.

Dice Raymond Williams en “Estructuras del sentir”: "El poder innegable de dos grandes sistemas ideológicos- el sistema estético y el sistema psicológico- es, irónicamente sistemáticamente derivado de estos sentidos, de estas acepciones de instancia y proceso, donde la experiencia, el sentimiento inmediato y luego la subjetividad y la personalidad resultan nuevamente generalizados y reunidos."

La cita de Williams nos sirve para pensar que no hay viaje sin imaginación, ni con la realidad imaginada de los que venden y compran viajes. La leve mirada que el hombre da sobre los pequeños dilemas cotidianos, queda inevitablemente inserta en los grandes problemas humanos. Creyendo lo contrario, avistamos de manera acotada y no por ello carente del valor.

El hombre pequeño imagina con intensidad su vida, sus problemas y cómo dejar de sufrir. También las ciencias imaginan y diagnostican al hombre enfermo. Le crean causas, síntomas y remedios. Pero, el hombre debería incluirse en el proceso de curación para encontrar respuesta a su crisis. Puede que las ciencias planteen estructuras y generalidades humanas; en cambio, no dan cuenta de las "pequeñas" diferencias que dan forma al sujeto.

Pero hay otro tipo de viaje. El hombre en crisis viaja internamente hacia el equilibrio con su cuerpo, de su cuerpo en un lugar. De su cuerpo en un lugar y con otros. El recorrido del viaje empieza en lo incómodo y termina cuando el hombre encuentra el camino del aprendizaje. Cuando está en crisis no huye de sí, se observa con desencanto, se cuestiona, se escucha, escucha, acepta y rechaza respuestas. Se toca donde duele. No busca un cambio sino una resignificación de lo aparentemente feo, lo rechazado. Paradójicamente, siente placer.

Lejos y cerca se puede sentir verdadero placer, si es acompañado de cambios internos paralelos. No es necesario viajar mucho ni consumir para ser feliz. Como la chicharrilla, el hombre es glotón sin necesidad. Defeca aquello que no necesita para sobrevivir, pero que su espíritu glotón reclama. Hay una necesidad natural e individual que no podrá ser entendida si no se tiene en cuenta que los sentimientos existen en una relación dialéctica con el pensamiento.

Cuando el hombre se comporta como chicharrita, sugiere la idea de que sólo la cantidad lo llevaría al placer. Ambos succionan gran cantidad de savia y ambos terminan despidiendo un excedente que nunca necesitaron. Son glotones y egoístas. En la búsqueda de placer, imaginan una necesidad que nunca podrán calmar. Imaginan una satisfacción, viajan de una necesidad a otra. El hombre que viaja sólo territorialmente pretende eliminar la lógica de su espacio y tiempo, porque siente que no le pertenece. Supone que aquello que necesita está en el encuentro con lo desconocido. Y lo que hay afuera es no más que un mundo en venta.

El hombre que toma más savia por glotón estará condenado a expulsar constantemente algo ajeno. Su cuerpo será un paraje desolado. Su cuerpo será un recipiente que habrá de llenarlo con aquello que no necesita: hospedaje, comida, desconocidos felices y discursos floridos sobre una realidad de ficción.

Dos ficciones que se enfrentan: la del hombre en búsqueda del equilibrio interno y aquella otra que, húmeda de savia, se le resbala de los dedos, pues es completamente ajena a él. La primera, es la del viajero que imagina cómo curarse. Este tipo de viajero evalúa, resignifica y acepta como parte suya sus aspectos negativos.

Es mejor, desde una mirada interna, abrirse al mundo que está afuera y no sólo al que está en venta. Perder la timidez para entrar en contacto con el otro. Ese otro que nos querrá a partir de lo que somos y no de nuestra imagen. Este es el recorrido del que viaja y renace al mismo tiempo.

jueves, 25 de febrero de 2010

Atardecer

Salió a correr. Sólo lo acompañaba el sonido de sus pisadas. Luego de bordear un trigal apareció, de frente, el sol anaranjado, cansado de brillar. Un círculo inmenso próximo al horizonte. El cuerpo fogoso caía lentamente, el corredor pensaba, lo interrumpió una pregunta: porqué corría. La naturaleza calma y el reloj pulsera que resbalaba con el sudor, cuyas agujas determinaron que a las seis y cuarto el sol se esfumó por completo.

jueves, 18 de febrero de 2010

Tiempos

Un click, una abuela con alzhéimer que no escucha, una frenada de auto, el atardecer, 64 metros de agua, una siesta, una mirada, relatar la historia de uno, un mensaje de texto, dormir la siesta, un llamado, estudiar, un vaso de vidrio que cae.

¿Por qué sucede todo tan rápido? ¿Qué nos apura? ¿Quién se detiene?
No es fácil esperar y despreocuparse si el tiempo no existe
No es fácil pensar que todo lo que uno busca, también lo está buscando a uno.
¿Qué se hace con la nada?

martes, 16 de febrero de 2010

Imágenes que hacen pensar

La conquista en un futuro ¿Quién conquista a quién? ¿Cómo? Imagino qué idea de futuro tendrá esa película. Me la recomendaron por que le gustó a Evo Morales. Hace poco pasé por Bolivia, una ciudad fronteriza, Villazon. El futuro típico que plantean las escasas películas que veo está ligado a la ciencia, tecnología, armas y robots, es una convención, pero nunca pierdo la esperanza de que se rompa. Imagino el futuro parecido a una idea mía del pasado, humanos animalizados y luchas sociales por el hambre. Villazon es una ciudad comercial, inquieta y olorosa. Entre las tiendas baratas se huele una mezcla de coca, sudor y comidas raras. Sentí a los bolivianos trabajadores, pasionales, fuertes, sumisos y enojadizos. En varias circunstancias, aunque no pude escuchar, el lenguaje corporal de algunas personas me evidenció peleas cotidianas hechas de gestos y sonidos exagerados. Vi personas comprando ansiosamente objetos de la industria norteña: guantes, bufandas, gorros, mantas, sweaters y vi objetos muy baratos que, según dicen, se producen en la paz y llegan a todo el norte argentino, para que luego de unas vacaciones, el turista regrese a donde vive, los use y los muestre. Los diseños coloridos hicieron afirmar a Florencia que los bolivianos son artistas. Vi un chancho cruzando la calle y un mono domesticado. El futuro planteado en la película, siguió la convención. La conquista la querían realizar hombres científicos y hombres del ejércitos, impacientes, fríos, rápidos, calculadores. Un Marín, el personaje principal, era el espía de los “otros”: Los Na'vi, seres comparables con indios,entre otras cosas, por los lazos que tenían con la naturaleza. Los científicos necesitaron al marin para investigarlos. El espía dio toda la información que debía dar para que los hombres del ejército comenzaran la conquista, pero en el momento de la lucha, se arrepintió y se paso de bando. Lucharon las flechas, los animales, los hombres animalizados y la naturaleza contra robots, helicópteros y hombres con armas de fuego ¿Quién ganó? Murieron personas de los dos bandos. El espía, caso anómalo, pasó de ser un espía occidental a defender la vida en comunidad, en contacto con el otro y con la pacha mama. Falló la conquista.
Una imagen del norte, una conquista real en el pasado: el sol quiebra aún más la tierra reseca y curte la piel de los indios. Cuelgan de sus cuerpos trapos holgados, cómodos para correr entre las cañas. Ahora descansan apoyados en el tronco hueco. La blancura de sus ropas contrasta con la tez oscura, que brilla con el sol. Uno de ellos está sentado. Debajo del techo de la mano se esconden las expresiones del indio, quizá de cansancio. Su mano lastimada todavía tiene fuerza para sostener la cabeza, las yemas de sus dedos oprimen su frente y algunos mechones oscuros y grasosos allí pegados. La otra mano tamborilea en el tronco hueco; su mirada baila esa melodía pero la garganta seca no canta. El indio espera ansioso llegar a su choza aunque deberá volver al ingenio azucarero. Sin embargo, en la choza no habrá crema capaz de sanar la piel. El otro indio casi no está. Sus ojos congelados denotan su ausencia mental. Tanto la mirada como la boca encierran algo. Los labios se aprietan violentos y los siguen, con la misma actitud, las arrugas imperceptibles. Dentro de ese cuerpo hermético deambulan recuerdos, quizá de tiempos mejores en los que al menos se vivía. Los indios en ese estado de insomnio no notaron la llegada de los héroes, aquellos hombres extranjeros. No escucharon las pisadas arrogantes ni los disparos de sus mentones al cielo. Aquellos hombres llegaron y rompieron con libertades ajenas en nombre de la libertad misma.
Será mejor ver películas y soñar que vencimos al enemigo.