viernes, 12 de agosto de 2011

Autoridad



Te sorprendes cuando todos los comunes, la gente de las milongas de barrio, te decimos que bailas bien, te sorprendes y me decís que te inflamos mucho, que no es así, y me preguntas:


“entonces, si soy bueno

¿Por qué no conseguí un buen lugar en el mundial de Tango?

¿Por qué no hago shows y presentaciones?

¿Por qué las chicas que bailan bien no me sacan a bailar?"



¿Necesitas de algún jurado, el del mundial de tango o la opinión de las chicas que bailan “bien”, para que te evalúen y te diga quién sos?

¿Necesitas que alguien, superior a los inferiores, te diga lo que vos mismo no te podes decir “bailo bien”?

¿Pero, qué mierda es bailar bien?

Bailar bien ¿Es ser reconocido? ¿Es competir opacando a los demás?

¿Es necesario espiar al de al lado, cuando estás bailando, para ver si es mejor o peor que vos?

¿Es ser capaz de pegarle una patada a alguien por competir y ambicionar llegar a una supuesta meta que no existe?

¿De qué sirve llegar a la meta sin haber disfrutado del medio?

¿De qué sirve llegar a la cima de la montaña mientras en el camino estabas ciego y desde allá arriba todo se ve tan chiquito que no podes apreciar nada, no podes verme, porque ahora soy un puntito a la distancia, me quedé en el camino viendo cómo una hormiga saltaba en la hoja del aloe vera y no llegué a la cima?

La opinión de un jurado de tango no vale más que la de una persona de milonga de barrio

Quizá vos pienses que la opinión de una chica que baila bien tango vale más que mi opinión,

y por eso no me crees cuando te digo que bailas bien...

sábado, 30 de julio de 2011

Caer

Comenzó la fiesta. Sacó los vasos del mueble y los colocó sobre una mesa; obligando, al vaso de vidrio, a participar de la reunión.

El vaso de vidrio existía. Pero debido a su material; a su forma, tan ausente, de ser; parecía no ocupar lugar en el espacio.

Debería aceptar, una vez más, que el azar le indicara quien sería su dueño durante esa noche. Hacía tiempo que ningún labio se apoyaba sobre sí, que ninguna mano lo tocaba.

Su tristeza se debía a que nunca podía olvidar que todas las fiestas tienen un fin.

Sabía que el tiempo de las fiestas es un tiempo de hechos, el coma alcohólico del tiempo. Pero después ese tiempo loco vuelve a la vida, todo vuelve al orden y el vaso se encuentra, una vez más, dentro del mueble.

Sabía que el disfrute, de tan solo un instante, le haría sufrir luego. Había resuelto, entonces, no encariñarse con nadie ¿Qué sentido tenía encariñarse con alguien que al otro día ya no estaría?

Era más sano ser distante.

Ningunos labios rozándolo
ninguna palmadita cariñosa,
ninguna caricia continua y suave,
ninguna mano aferrándose firmemente a él sin soltarlo,
le harían sentir nada.

Ser vaso era aceptar, de por vida, una naturaleza instrumental. Era sufrir. Era ser llenado y vaciado frenéticamente de distintos líquidos, con o sin burbujas, con o sin alcohol. Con o sin sentido. Quien llena un vaso no necesariamente es consciente de que lo está llenando. En cambio, el vaso, siempre sentía las violentas acciones que se ejercían sobre él, que eran siempre, al fin y al cabo, una sola. El vaso se sentía considerado un mero recipiente, un contenedor de algo más importante que si mismo. Nadie piropeaba nunca al vaso, nadie decía “qué sabroso vaso”.

Sucedió que estaba el vaso, bien firme, sobre la mesa de madera, con la expresión corporal de un “Señor vaso”, de un vaso de vidrio gordo, resistente y frio por la acción de los hielos. Ningún vasito, de esos de plástico de fiestas de quince, le haría nada. Esos vasitos eran aún más descartables que él. El destino de aquellos era la basura; no un mueble que, aunque oscuro, protector. Ninguna mano se atrevería a tocarlo sin respeto (a lo que él llamaba respeto era, en realidad, miedo).

Lo que sucedió fue inesperado: una mano débil, suave, tibia, insegura. Temblequeando lo agarró. Sintió ganas de protegerlo; de tenerlo para si toda la noche, toda la vida. Sintió ganas de ser protegido, de entregarse durante toda una noche, toda la vida.

¿Por qué esa mano tibia quería sentir el frio del vaso, porque esa mano débil quería sentir su dureza?

El vaso volvió a sentir. Sentía impotencia porque no podía tomar una decisión sobre sí mismo, no podía decidir él solo sobre su sentir, sobre su actuar. Un otro lo condicionaba. Decidió resbalarse se esa cálida mano. Calló. Infinitos pedazos de vidrio yacían sobre el suelo. Infinitas piezas de un rompecabezas. Quedó allí como un enigma, como Romeo en el suelo, debajo de un balcón. Quizá la mano arme el rompecabezas, quizá ella sea la culpable de que el vaso dejó ser un único vaso, con su identidad segura para convertirse en mil pedazos, en mil maneras de ser.
En mil aburridas palabras.

martes, 14 de junio de 2011

Análisis


Mi mayor y más sufrido defecto es creer en la ciencia
sin embargo, el prestigio institucional,jamás calmara mi tristeza
que se prolonga en La lectura
en aquella línea negra infinita e ininterrumpida

¿Por qué pensar antes de hacer?
¿Por qué el miedo a sentir?
¿Por qué ese mundo es un pecado y mi mayor disfrute?

Un mundo con apariencias de natural
donde los cuerpos rompen los límites sólo por unos instantes
donde al terminar la música aparece la cultura
y ya no sé qué hacer con mi moral

Quisiera que la música nunca dejara de sonar
que mis oídos nunca dejaran de escucharla
poder aunar en mi todo existencial
lo que se me aparece separado, opuesto

¿Qué pasaría si algún día dejara de leer?
¿Alguien no me querría si no lo hubiese hecho?
¿Alguien me quiere por haberme formado en relación con esa lectura?

domingo, 10 de abril de 2011

vivir

Entró caminando despacio
vestía oscuro en la oscuridad
pidió un trago y quedó cerca de la barra
Esa noche cuatro ojos desde lejos se miraban
El juego sería largo
Ella bailó con ganas de bailar con él

La semana siguiendo se volvieron a encontrar,
sintieron ganas de estar cerca.
Charlaron, dijeron sus nombres,
diferenciaron el viento superficial del ventilador
del de la montaña con existencia propia.
A él le gustaba el viento y sus sonidos,
a ella el viento y los movimientos que provoca.
Hablaron de viajes, de rutinas.
Bailaron, vivieron

sábado, 19 de febrero de 2011

Pareja musical

Sentada, escuchando, viendo, pensando, haciendo cuentas, escribiendo, leyendo, ordenando papeles. Un largo tiempo de observación e introspección. La vergüenza y los nervios le afloraban con la sensación de la mirada ajena. No le extrañó que cuando empezó a bailar con él temblaba. No podía disimular la aceleración de los latidos del corazón. Su tranquilidad, sus abrazos, sus caricias, sus miradas profundas fueron suficientes para que se enamorara. Aunque quizá para él esa manera de bailar, con ella, no era más que una forma natural de expresarse sin usar tanto las palabras como el tacto. Pero a ella la liberación de sentimientos, la no represión la enamoraban al mismo tiempo que le parecían una mentira: todo terminaba cuando terminaba la música.

lunes, 17 de enero de 2011

Ganas

Mi abuela Inés tiene alzhéimer. En el geriátrico se hizo amiga de otra abuela con alzhéimer. Un domingo, luego de haber pasado el día con ella, la teníamos que devolver a su casa. Ya no me resulta tan duro verla allí. Cada vez que tenemos que devolverla repetimos la misma estrategia: le decimos que nos vamos de paseo y conseguimos que suba al auto; una vez en el geriátrico, la dejamos con alguna enfermera y salimos corriendo sin decir –Chau- o -Hasta Luego-

Pero ese día me retuvo su amiga, estaba sentada y sujetada como si tuviese un cinturón de seguridad, me abrazó con mucho cariño y me pedía que no la dejara, que la ayudara a salir de la silla. Quería caminar. Me imaginé en su lugar, soy inquieta y uno de mis mayores placeres es disfrutar de mi libertad física, que nada me ate, poder bailar, poder caminar, poder saltar. No habría nada peor para mí que la quietud obligada que estaba padeciendo esa abuela. Por suerte llegó una enfermera, la desató y me explicó que la abuela –Es muy inquieta, no para-

Es raro entender porqué siguen vivos los abuelos que padecen algunas enfermedades que son terribles

Por algo vive Inés, por alguien vive