viernes, 28 de agosto de 2009

La única mirada

La hormiga negra caminaba por el pasto embarrado. El viento enervaba las hojas, las gotas a la hormiga. Cansada, fue a jugar a la hoja carnosa de Aloe Vera.


Subió al tronco del pino añejo y caminó por las cortezas rasposas hasta ver el aloe Vera. Se desprendió del árbol y aterrizó en una corpulenta hoja. Saltaba con animosidad para tomar impulso, la hoja se movía toscamente. Cerró los ojos y se lanzó de espaldas, deslizaba por la hoja angosta. El líquido espeso de la planta le dio una mayor velocidad. La hoja terminaba, el viento comenzaba ya a soplarle las patitas, luego todo el cuerpo. Ahora gravitaba en el aire, la tierra cruel estaba cercana, cayó y rebotó en el colchón de pasto.


Era primavera, las flores posaban hermosas, pero sólo al amarillo Narciso miraba la hormiga, sólo su dulce aroma olía. Tímido, intentaba inútilmente ocultarse entre los helechos. La hormiga avanzaba hacia él. Llegó a la reina flor y se emocionó. Los soles asomaban, desmayaban y la hormiga seguía allí, conociéndolo hondamente y enfrentando, pero el Narciso permanecía inquieto.


Consciente del problema, por última vez y sin saberlo, lo miró, y besó sus raíces. Se fue. Subió al tronco del pino añejo, cayó en la misma hoja, deslizó por ella y la única mirada que le dio el Narciso la distrajo. La hormiga desvió hacia un costado. La esperaba ansiosa una espina.

1 comentario:

  1. Hermoso inicio, aunque tengo la leve sospecha de que ya había leído ese texto. Por cierto, desde luego que Guantioc existe. Sería necio negar su presencia, más aún cuando exiten pruebas irrefutabes de su existencia.
    Diego

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