La conquista en un futuro ¿Quién conquista a quién? ¿Cómo? Imagino qué idea de futuro tendrá esa película. Me la recomendaron por que le gustó a Evo Morales. Hace poco pasé por Bolivia, una ciudad fronteriza, Villazon. El futuro típico que plantean las escasas películas que veo está ligado a la ciencia, tecnología, armas y robots, es una convención, pero nunca pierdo la esperanza de que se rompa. Imagino el futuro parecido a una idea mía del pasado, humanos animalizados y luchas sociales por el hambre. Villazon es una ciudad comercial, inquieta y olorosa. Entre las tiendas baratas se huele una mezcla de coca, sudor y comidas raras. Sentí a los bolivianos trabajadores, pasionales, fuertes, sumisos y enojadizos. En varias circunstancias, aunque no pude escuchar, el lenguaje corporal de algunas personas me evidenció peleas cotidianas hechas de gestos y sonidos exagerados. Vi personas comprando ansiosamente objetos de la industria norteña: guantes, bufandas, gorros, mantas, sweaters y vi objetos muy baratos que, según dicen, se producen en la paz y llegan a todo el norte argentino, para que luego de unas vacaciones, el turista regrese a donde vive, los use y los muestre. Los diseños coloridos hicieron afirmar a Florencia que los bolivianos son artistas. Vi un chancho cruzando la calle y un mono domesticado. El futuro planteado en la película, siguió la convención. La conquista la querían realizar hombres científicos y hombres del ejércitos, impacientes, fríos, rápidos, calculadores. Un Marín, el personaje principal, era el espía de los “otros”: Los Na'vi, seres comparables con indios,entre otras cosas, por los lazos que tenían con la naturaleza. Los científicos necesitaron al marin para investigarlos. El espía dio toda la información que debía dar para que los hombres del ejército comenzaran la conquista, pero en el momento de la lucha, se arrepintió y se paso de bando. Lucharon las flechas, los animales, los hombres animalizados y la naturaleza contra robots, helicópteros y hombres con armas de fuego ¿Quién ganó? Murieron personas de los dos bandos. El espía, caso anómalo, pasó de ser un espía occidental a defender la vida en comunidad, en contacto con el otro y con la pacha mama. Falló la conquista.
Una imagen del norte, una conquista real en el pasado: el sol quiebra aún más la tierra reseca y curte la piel de los indios. Cuelgan de sus cuerpos trapos holgados, cómodos para correr entre las cañas. Ahora descansan apoyados en el tronco hueco. La blancura de sus ropas contrasta con la tez oscura, que brilla con el sol. Uno de ellos está sentado. Debajo del techo de la mano se esconden las expresiones del indio, quizá de cansancio. Su mano lastimada todavía tiene fuerza para sostener la cabeza, las yemas de sus dedos oprimen su frente y algunos mechones oscuros y grasosos allí pegados. La otra mano tamborilea en el tronco hueco; su mirada baila esa melodía pero la garganta seca no canta. El indio espera ansioso llegar a su choza aunque deberá volver al ingenio azucarero. Sin embargo, en la choza no habrá crema capaz de sanar la piel. El otro indio casi no está. Sus ojos congelados denotan su ausencia mental. Tanto la mirada como la boca encierran algo. Los labios se aprietan violentos y los siguen, con la misma actitud, las arrugas imperceptibles. Dentro de ese cuerpo hermético deambulan recuerdos, quizá de tiempos mejores en los que al menos se vivía. Los indios en ese estado de insomnio no notaron la llegada de los héroes, aquellos hombres extranjeros. No escucharon las pisadas arrogantes ni los disparos de sus mentones al cielo. Aquellos hombres llegaron y rompieron con libertades ajenas en nombre de la libertad misma.
Será mejor ver películas y soñar que vencimos al enemigo.
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